capítulo 7.

billy wilder fue un austríaco/americano periodista, director, guionista y productor de hollywood de los años 50. una vez alguién le preguntó:
- sr. wilder, es necesario que un director sepa escribir?
- no, pero si es necesario que sepa leer.
la anécdota se me quedó grabada por la picardía de la respuesta y por la veracidad de la misma.
hay gente que sabe escribir pero no sabe leer. o escritores que directamente no leen para no influenciarse.
leer poesía es muy distinto que leer prosa.
y leer prosa correctamente, en voz alta, no es nada fácil.
en el año 2002 me enteré que paul auster iba a la feria del libro en buenos aires. junté un grupo de amigos y fuímos a verlo. yo quería escucharlo hablar sobre sus novelas, su proceso de escritura, el orígen de sus ideas, etc. el tipo se sentó, tomó su último libro, encendió un cigarro y empezó a leer en inglés para 300 personas. la primera reacción fue decepción, pero después de eso, a pesar de que el libro era EL CUADERNO ROJO -relatos poco elaborados de auster- me dejé llevar por la cadencia de la voz y escuché tres malos cuentos solo por el hecho que me los contaba el propio autor y los contaba bien.
otro fenómeno similar sucede con la voz del autor. hay casos donde al texto le corresponde perfectamente el tono del propio autor -Cormac McCarthy, por ejemplo- o casos dónde funciona del modo opuesto.
cortázar es una de las personas que parecen desfasados con su propio texto, como si no entendieran la cadencia de lo que ellos mismos escribieron.
voy a publicar aquí el capítulo 7 de rayuela. tantas veces leído por los seguidores de cortázar y tan perfecto en su poesía hoy como el día en que se publicó. sincero. romántico. humilde. noble.
y voy a adjuntar también, el mismo capítulo, leído por don julio.
lean primero y escuchen después. y luego las dos cosas simultáneamente.
(no presten atención a la imágen, está bajado de youtube).

toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

capítulo 7. rayuela. julio cortázar.


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