crónicas de hotel II. 301.

del día de la fecha.


llego borracho en un taxi a mi hotel en monterrey. vengo de creer que convencí a un tipo para que me consiguiese citas para vender la película aquí. en el viaje las luces de los semáforos me pegan en los pómulos, tungstenas. tomo mi mochila, dentro está mi computadora, dentro está mi guión.

son 40 pesos. han sido 5 km. pago con un billete de 200, me da cambio exacto.

me bajo, el botones me abre la puerta. el guarda de la recepción me reconoce con un cabeceo. voy hasta el elevador, en el camino cruzo un televisor encendido con los partidos de la fecha.

el elevador desacelera con rapidez, se detiene en el tercer piso. camino por el pasillo del hotel, el tren se escucha desde entonces. pitando cerca.

llego a mi habitación, 301.

pienso en mi padre, que hoy me preguntó si me había lastimado.

en mi picaporte está colgado el cartel de no molestar, silencio por favor. estoy seguro que yo no lo puse. no pude haberlo hecho. me desperté a las 08.55 después de haberme dormido pasadas las tres. bajé a desayunar, me encontré con el jefe de producción del comercial. le dije que me quería cambiar de habitación porque estaba demasiado pegada a la carretera y el sonido constante de los autos, los camiones y el tren me perturbaban el sueño. –me levanto de la cama para cerrar las cortinas, ayer a la madrugada filtraron los ruidos-. volví a mi habitación a tomar mi mochila, bajé. no dejé el cartel, estoy seguro.

entro a la habitación, pongo la tarjeta, las luces se encienden. mi cama no está hecha.

mañana tengo que hacer un casting para una doctora que tendrá que volar desde miami. las demás no quieren venir porque en su embajada las recomendaron no viajar a monterrey por las situaciones de violencia.

recuerdo una situación similar, en la misma ciudad, hace casi dos años. me pregunto si todo se repite. si todo es un ciclo cerrado, elíptico.


crónicas de hotel.

rescato de otro naufragio, 3 de octubre del 2008.


estoy en una habitación de hotel en monterrey.

tengo 24 años y tengo canas.


extraño a mi familia.

estoy cansado.

necesito paz.


me quedé mirando por la ventana de la habitación un largo rato. nadie me miró desde abajo.

el último avión que tomé fue cuando tenía once años. en lo que va de este año y medio me subí a más de diez.


estoy creciendo muy rápido y me asusta.

aureliano n.

conviví parte de mi infancia y adolescencia con aureliano n., vivíamos en el mismo barrio. jugábamos en el mismo club de fútbol, en distintas categorías. mi hermano también era amigo de su hermano. lo son, de alguna manera, a la distancia, todos seguimos siendo amigos.

aureliano n. es uno de los pocos amigos de esa época con los que tengo un contacto intermitente pero sincero. nos hemos leído desde jóvenes, si me puedo tomar el atrevimiento de decirlo así. nos conocemos.

en el último tiempo ha conseguido destellos de honestidad brutal en su escritura. algo que sale de un espíritu sureño que alguna vez compartímos. imágenes de dos hombres cavando una zanja en el verano seco, en cuero, bajo el sol. de un poeta en una cabaña sin dinero para comprar leña, escribiendo para regalar el poema a un amigo en su cumpleaños. imagenes de alguien que “masticaba las cenizas de su incendio, los ojos como dos carbones pulidos.”

su estilo, como él mismo, es polifacético. los textos entre sí difieren, se tergiversan. son como un cuaderno de anotaciones descuidado. quizás eso es lo que más me atrae en este momento de su escritura, su búsqueda.

aureliano n. vive en buenos aires con su mujer v. y su hijo s., donde termina sus estudios en literatura.


esto le pertenece:

D. G. Proletkult

D. Gonzalez conoció al mismo “gato bello” que yo conocí, ese que avanzaba a pasos cortos por los pasillos de la esquina de Alem y Guido.

D. Gonzalez creció frente a un baldío sin final, un pedazo de estepa al otro lado de la calle. Mas alla las vías del tren, luego de eso el desierto.

D. Gonzales escuchó tres millones setecientos seis acordes de una guitarra eléctrica Gibson antes de cumplir los dos años. Viajó al sur y nos conocimos.

D. Gonzales entrevió algunas posibilidades de la divinidad. Tomó por asalto sus altares y besó a las vírgenes que lloraban sangre bajo los arboles añosos que crecen en las márgenes sureñas del Río Negro.

Se rió una noche de invierno y su risa explotó sobre el asfalto y vió como una nube de humo espeso se elevaba, meciéndose, mientras el aire permanecía perfectamente inmóvil.

Otras noches, antes o después, escribió algunas palabras sobre un cuaderno pequeño, diseñado para que los niños ensayen sumas y restas. Tal vez haya escrito sobre un pájaro de alas inmensas, oscureciendo el cielo y de un hombre que se subía a un automóvil en llamas. ¿Me llevás hasta el centro?, preguntaba.

Volvió a escribir, bebiendo sus palabras varias noches consecutivas. Durmió apenas.

La quinta noche en vela decidió bañar su cuerpo en alcohol y saltar desnudo sobre un pequeño fuego que fue alimentando con las hojas del cuaderno sobre las que había escrito sus poemas, esas palabras desordenadas. Su barba había crecido despareja, revuelta y rojiza.

Me encontré con él algunos años después. Masticaba las cenizas de su incendio, los ojos como dos carbones pulidos. Fumaba y la piel de su rostro copiaba la forma de sus pómulos.

Puso un pequeño volumen de poesía en mis manos y luego cada uno de nosotros volvió al agujero del que había salido.

La ultima vez que lo vi hacia dedo en una ruta ventosa, los pantalones se le pegaban a las canillas. Estaba prolijamente afeitado. Era abril ese anochecer y el cielo podía atravezarse con los ojos. Imagino que tenía un cigarrillo en los labios. El no me vió, lo encandilaban los faros de los autos, detrás suyo parecía no haber nada más que la noche.



pueden encontrar más de aureliano n. en :

http://elojoensangre.blogspot.com/


pateando.

caminaban borrachos los dos por una avenida de la colonia roma, venían desmadrando desde antes. habían pegado unas patadas a unos autos y se habían chocado contra todo aquel que viniese de frente a ellos sin mirar hacia atrás siquiera.
los dos con jeans americanos ajustados, chamarras negras. caminaban rápido.
se venían gritando, fuerte, chingándose entre ellos.
uno le pegó una patada a una vidriera de la planta baja de un centro comercial. le pegó con más fuerza de lo que pensaba y se sorprendió al sentir el pie traspasando el cristal grueso. regresó la pierna lo más rápido que pudo cuando se dio cuenta de que el cristal podría caerle encima. se dio vuelta inmediatemente y enfiló derecho. se metió las manos en las bolsas, sintió un poco de sangre corriéndole por la pantorrilla.
- caminá, caminá. - dijo.
el otro se le había quedando viendo. él sí había visto toda la vidriera desplomarse y caer, casi explotando. cuando lo escuchó se dio vuelta y caminó, dio un par de pasos rápidos y se emparejó. también se metió las manos en las bolsas. la alarma empezó a sonar.
- doblá acá, doblá acá. - dijo. repetía las cosas dos veces. la sangre se empezaba a pegotear a sus pelos y al pantalón.
se metieron en una calle más angosta y menos transitada, cortaron por dos o tres distintas de una sola mano, con poco movimiento. cuando ya no escucharon más la alarma, el que había pateado la vidriera se arrodilló, apoyó una rodilla en la calle y flexionó la otra. se levantó el pantalón para ver si era profundo el corte, o si había astillas.
- puta madre. - dijo. se levantó.
- ¿te lastimaste? - preguntó el otro.
- no, no.
cuando cruzaron insurgentes ya habían recuperado el desmadre. patearon uno o dos carros más y se fueron a dormir.

leña.

abre la cajuela del auto, tira el hacha dentro

se pone los guantes. pasa la mano sobre

el parabrisas congelado.

pone en marcha el auto, deja que el motor caliente

piensa en lo que acaba de gritarle a su esposa

y arranca.


se empieza a hacer de noche, el vapor ebulle

desde el suelo de pavimento.

ve venir un auto de frente, es una ford rural verde

los dos autos disminuyen la velocidad encontrándose

a mitad de camino.

- ¿hace frío no?

- un poco.

- ¿cómo está josefina?

- en casa, preparando la cena.

- annais igual.

esteban asiente y saluda con la mano.


la nieve golpea el parabrisas con suavidad

esteban la deja acomodarse

gira la perilla y la barre, varias veces.

encuentra un claro; estaciona. se baja

sus botas pisan un charco y él putea.

- mierda. – dice.

va hasta la cajuela, la abre, toma el hacha.

se adentra unos metros en el bosque

hasta que ve un ciprés viejo caído

por el peso de la nieve.

se acerca a él, mira a sus costados

rompe un par de ramas a patadas y comienza a hachar

el primer golpe retumba en el silencio de los árboles

golpea el tronco casi siempre en el mismo lugar

respira cuando sube el hacha, exhala cuando la clava.

de repente piensa en su padre agonizando en un hospital

en el norte, abstemio.

piensa en su madre fumando un cigarro en el frío

del estacionamiento

y en su hermana, tratando de dormir a su hijo en la

casa de sus padres.




llega a la mitad del tronco que tiene una base grande

y se detiene a descansar.

está sudando,

se quita la chamarra y la apoya contra otro tronco

caído para que no se moje

echa vapor por su naríz

mete las manos en sus bolsillos

del derecho saca una caja de parliaments, la abre

y enciende uno

aspira fuerte, luego escupe el humo

que se confunde con el vapor

cuando termina vuelve a meter el cigarro consumido

en la caja y vuelve a arreciar contra el ciprés.


piensa en su hija, cenando sola en una pensión de valladolid

la imagina al teléfono, hablando con su madre

quejándose de su novio, omitiendo que a veces el cabrón le pega

el ciprés cede.

esteban consigue un buen tocón

se lo carga al hombro y camina por la nieve

sus botas se hunden más por el peso extra,

llega a su carro

tira el tocón al piso, abre la cajuela, mete el hacha.


j.v. dummet.




tous les chevaux du roi.


III.

no es indispensable que en una tragedia haya sangre

y muertos: basta con que la acción sea noble, con que

los actores sean heróicos, con que las pasiones estén

exacerbadas y con que todo padezca esa tristeza majes-

tuosa que constituye el agrado sumo de la tragedia.


RACINE.

(citado en el capítulo III de todos los caballos del rey)




llegué a michéle bernstein por una serie de coincidencias. fui en busca de crónicas de motel pero no lo tenían.

luego pregunté por los poemas de ginsberg, me los trajeron y deduje que estaban extremadamente caros para lo que ocupaban en espacio. así que me puse a revisar y terminé con dos libros.

se busca una mujer, un libro de relatos de mi querido chinasky.

y todos los caballos del rey. de michelle bernstein.

el solo comprobar que, como había supuesto, la foto de la portada era un retrato de la autora, me interesó en el libro. luego leí unas páginas del prólogo y descubrí que esta francesa nacida en el treinta y dos en parís había escrito el libro solo para contribuir a las arcas de la internacional situacionista. y tiene dos novelas únicamente.

el planteo básico de la historia es el siguiente:

bajo un contexto de la bohemia francesa de los 60 una pareja decide involucrar a su convivencia a una chica con el nombre de carole. lo demás es anecdótico; convencionalismos de la novela francesa con algo de cinismo muy bien desarrollado, personajes caricaturescos bien confeccionados, buen humor y jolgorio previo al desmadre de kerouac.

pero esta mujer escribe tan bien que es un disfrute leer.

dos de los personajes centrales son extremadamente inteligentes y lo saben, así que se pasean con un aire de superioridad insoportable por la historia, estando sobre todo y sobre todos. eso es divertido y necesario para el nivel de mamonería que se necesitaba en ese círculo de personas en francia.

la precisión de las observaciones y la manera de interpretar los subtextos fueron de las cosas que más me llamaron la atención. y la disgresión en como transcurre el tiempo dentro del texto, también, es extraño. es de esas novelas en que no sabes cuanto tiempo pasa, no hay observación alguna al respecto, pero sabes que entre corte y corte hay una elípsis importante.

el intelectualismo que desprenden genoviéve y gilles no es superfluo, es real. se cree. uno puede entender que esos personajes realmente funcionan así. el diálogo de la página 59 aquí abajo es un gran ejemplo de esto -de hecho, continúa hasta la pag. 60 pero se hace largo-, dejo solamente la terminación del diálogo, que casualmente, fue uno de los párrafos que leí del libro antes de comprarlo.


“luego, cuando le di a entender que la historia se había acabado, parecía que le costaba entenderlo.

- pero bueno – dije-. es imposible que no sepas lo que es una aventura. digamos que para ti ha sido una aventura.

- ¿siempre te comportas así? – me preguntó con severidad.

- más o menos –

- ¿por principio?

me eché a reir.

-¿tengo yo cara de tener principios? es una ética, amor mío.

- es que me gustas – dijo.

- es algo recíiproco – dije con toda sinceridad.

- podríamos prolongar esta aventura. el tiempo que te parezca.

- cada vez que se repite, resulta menos deseable.”

(quien narra es genoveve, el segundo bertrand)

pag. 59


"no dejó de parecer satisfecho y me pidió el número de teléfono.

- ¿qué debo decir si lo coge tu marido?

- pues di que eres bertrand. para entonces, ya lo habré puesto al corriente de tu existencia."

pag. 60


debo admitir que me cuesta leer mujeres. no es un problema de misoginia ni nada parecido, simplemente no me atraen sus sensibilidades, en general. me aburro, las siento ingenuas y me cuesta pelear contra eso. la literatura que más me atrae, evidentemente, es aquella que tiene un cierto nivel de crudeza, o rudeza, si prefieren. por eso me gustan hemingway, bolaño, london, carver, dummet, conrad, o –vaya paradoja- capote. la sensibilidad masculina es fea, y eso es lo atractivo. me cuesta encontrar belleza en lo bello. me repulsa, de alguna manera.

lo que narra bernstein dista de ser algo bello o ingenuo, es algo sofisticado y retorcido, con muchas capas de lectura. que michelle haya sido crítica literaria le da una plusvalía importante al libro: es un libro pre-pensado, no de un escritor, sino de una crítica. y ella misma se encargó de rectificar mi afirmación haciéndose una real autocrítica:


“no hay desenfado sino en la superficie de este libro. su discreción se disfraza de una sequedad que una lectura atenta desmiente. el pudor oculta una sensibilidad e incluso un sufrimiento reales.”


el libro, sin embargo no es nada pudoroso. y la sensibilidad está en la superficie, al igual que el sufrimiento. solo que son tratados de una manera casual y distante. como debería ser ya que el romanticismo resulta tedioso.

volviendo a algunas curiosidades de bernstein que la enriquecen como personaje es obligatorio mencionar que estuvo casada con guy debord, letrista y cineasta de la época, y miembro fundador de la internacional situacionista; una organización de base marxista que combatía la dominación capitalista y buscaba terminar con la sociedad de clases –como me gusta aclarar, en un momento donde las ideologías todavía importaban -. es también sabido que el personaje de gilles en la novela es debord, y que el pintorn ssier jorn es ole.

michele bernstein, su otro libro es la noche. lo buscaré.

por cierto, el título es algo tan perfecto como la frase que lo envuelve en la novela.



pasajes seleccionados.



“qué placer, ya cansada y un poco bebida, encontrarte, como en la canción, con una amplia cama blanca y dormir en ella con el chico del que estás enamorada. por lo demás, también esa canción nos la había cantado la niña aquella, la de la felicidad para siempre jamás de un amplio lecho blanco, en cuyo centro es tan hondo el río que todos la caballos de rey podrían beber juntos.

pag. 24


bebía correctamente, la chica, para tener veinte años. incluso bebía a veces de la botella para demostrar que era una mujer libre; me miraba de reojo, esperando sin duda el momento en que no pudiera yo disimular señales de celos. cantaba con voz algo más baja, algo más infantil; el tabaco, decía; pero yo sabía muy bien que era el deseo de gustar. y, también, para gustarnos, recuperaba anécdotas enternecedoras que debían demostrarnos cuán joven era aún, cuán ingenua era aún, cómo se fiaba de todas las personas poéticas y buenas. su guitarra era un animal fiel que iba con ella a todas partes. ella no entendía nada y sólo amaba la pintura y el mar. y, por descontado, a un osito de peluche. “

pág. 22



“como suele pasar, fue la señal de partida para todos. en la calle, tras estrechar todas las manos, sólo nos quedamos los que vivíamos cerca y volvíamos a pie. bertrand seguía cerca de mí.

caminábamos sin prisa. en cada cruce, alguien se iba. bertrand y yo hablábamos casi en voz baja: eran esas frases vacías de la madrugada. había pasado el cansancio de la noche. cuando me llegó el turno de separarme de los demás, no dije nada y seguí con ellos. al final, bertrand y yo quedamos solos. “

pag. 57



llamadas telefónicas.


terminé de leer al sur de la frontera, al oeste del sol de murakami y me dejó, de alguna manera, amargamente insatisfecho. encuentro la poesía del japonés -por segunda vez- infantil y no puedo acceder del todo a ella, quizás por una cuestión de gustos o por el mero hecho de que no me satisface literalmente.
yo esperaba de él algo con un clima distinto, sin embargo el japonés es –paradójicamente- muy occidental en sus relatos. tiene una manera icónica de estructurarlos; los personajes son redondos y sin complejidades reales. sus formas son finas, detalladas y previsibles. y eso se aplica a la estructura total de la historia.
hay, a pesar de todo, algo que me gusta del libro y no puedo definir bien, pero creo que tiene que ver con lo liviano y accesible que es, y de alguna manera, sincero.

entre un libro y otro, dejo siempre un rato para ir a una librería y comprar uno habiendo pensado lo que quería de antemano, por lo menos que clase de historia necesito leer. últimamente estaba pasando por una esquina de reforma dónde hay un local que no tiene muchos libros, pero en la vidriera estaba 2666, de bolaño. un libro rojo de 1100 páginas. tenía ganas porque iba a tener algunos días libres de trabajo, pero cuando finalmente fui, alguien había comprado el único ejemplar que tenían –el de la vidriera- para navidad. busqué algo más de él y encontré llamadas telefónicas. y también me gustó la idea de leer sus cuentos.
pocas veces –últimamente- me pasa que cuando estoy leyendo no puedo evitar pensar en estar escribiendo. hay pocos libros que me incitan a hacerlo. llamadas telefónicas es un libro de cuentos sobre la literatura, de alguna manera, sobre el relato. ya sea en tercera o primera persona. la pasión de bolaño por la poesía y el escritor como figura aparece en la mayoría de los cuentos. sensini, onetti y moyano aparecen representando al género con nombre propio, entre otros. y el chileno también esconde detrás de equis, zetas, as y bes a un par más de colegas en vez de nombrarlos.
la autoreferencia a la profesión y el conocimiento de la situación de ser un escritor de vanguardia y con convicciones trostkistas -cuando las convicciones trostkistas importaban- y apoyar la reforma socialista de salvador allende, lo llevaron a estar detenido por ocho días en una cárcel de concepción, y a requerir de la ayuda de un excompañero de la secundaria que se había vuelto policía para liberarlo. hecho que se refleja en detectives.
la justificación del título de libro se debe a uno de los cuentos. y a qué muchos de los relatos contienen llamadas con importancia en la narración.
la familiaridad de bolaño con las distintas clases de español que se hablan en latinoamérica y europa le facilitaron un argot muy amplio y bien desarrollado. en los cuentos se habla chileno, español, mexicano, argentino e, inclusive, se da el lujo de escribir hasta como “traducido al español”.
(escuchar lectura adjunta).
latinomérica se sigue identificando, casi por añoranza, con cortázar, gabriel garcía márquez y vargas llosa principalmente. el chileno corresponde a una generación totalmente diferente de escritores, una generación moderna, renovada y más cruda.
y es factible que esté diciendo una tremenda pelotudez – o no – pero bolaño es, probablemente, el mejor escritor español del siglo XX después de borges.
el conocimiento que tiene de cada uno de sus personajes y la capacidad de resumirlo en pocos párrafos es algo tan contundente como abrumador. cada rasgo no superficial está delineado, pensado y estructurado alrededor del relato de manera casual pero elegante. no con maestría, que indica práctica y progreso, sino con una naturalidad puramente innata. hasta con cierta desprolijidad.
cada una de las historias es, además, interesante en sí misma. argumentos sólidos, interesantes y personales. no sé cómo explicarlo, pero cuando se lee a bolaño se siente una relación realmente íntima con el lenguaje. y esto tiene algo de pornográfico –tema que también toca en los cuentos- y eso me gusta.
uno de los cuentos se llama, tan solo, la nieve.

una de las historias se desarrolla directamente en el ambiente del porno de los angeles de los setenta. por la perfección del mismo, por el erotismo y la longitud que tiene quise darme el gusto de leerlo en voz alta y lo grabé. de noche, solo, en un departamento que estaba dejando ese día en la colonia condesa. se los dejo para que lo escuchen en 30 minutos aquí.
joanna silvestri - roberto bolaño by realismo crudo.

hay otros párrafos que señalé y quiero compartir. estos son:

“B escribe un libro en donde se burla, bajo máscaras diversas, de ciertos escritores, aunque más ajustado sería decir de ciertos arquetipos de escritores. en uno de los relatos aborda la figura de A,
un autor de su misma edad pero que a diferencia de él es famoso, tiene dinero, es leído, las mayores ambiciones (y en ese orden) a las que puede aspirar un hombre de letras. B no es famoso ni tiene dinero y sus poemas se imprimen en revistas minoritarias. sin embargo entre A y B no todo son diferencias. ambos provienen de familias de la pequeña burguesía o de un proletariado más o menos acomodado. ambos son de izquierdas, comparten una parecida curiosidad intelectual, las mismas carencias educativas. la meteórica carrera de A, sin embargo, ha dado a sus escritos un aire de gazmoñería que a B, lector ávido, le parece insoportable. A, al principio desde los periódicos pero cada vez más a menudo desde las páginas de nuevos libros, pontifica sobre todo lo existente, humano o divino, con pesadez académica, con el talante de quien se ha servido de la literatura para alcanzar una posición social y una respetabilidad, y desde su torre de nuevo rico dispara sobre todo aquello que pudiera empañar el espejo en el que ahora se contempla, en el que ahora contempla el mundo. para B, en resumen, A se ha convertido en un meapilas.
principio de
una aventura literaria.

“…B se queda solo, contemplando temeroso el jardín y la glorieta donde, al cabo de un rato, distingue a una persona o el movimiento fugaz de una sombra:
debe ser A piensa, y acto seguido, conclusión lógica: debe estar armado."
fragmento de
una aventura literaria.

“un apunte curioso: a tony le encantaban las películas pornográficas y solía ir en compañía de anne, a quien nunca antes, por supuesto, se le había ocurrido visitar un cine de este tipo.
de las películas pornográficas le chocó el que los hombres siempre eyacularan afuera, en los pechos, en el culo o en la cara de sus compañeras. las primeras veces sentía vergüenza de ir a esta clase de cines, algo que no parecía experimentar tony, para el cual si las películas eran legales uno no debía sentir ningún tipo de pudor. finalmente anne se negó a acompañarlo y tony siguió visitando estos cines solo. otro apunte curioso: tony era muy trabajador, más trabajador (de lejos) que cualquiera de los otros amantes que anne había tenido en su vida. y otro: tony jamás se enfadaba, jamás discutía, como si considerara absolutamente inútil tratar de que otra persona compartiera su punto de vista, como si creyera que todas las personas estaban extraviadas y que era pretencioso que un extraviado le indicara a otro extraviado la manera de encontrar el camino. un camino que no solamente nadie conocía sino que probablemente ni siquiera existía."
fragmento de
vida de anne moore.