pepe loco.

pepe loco nos introdujo en el desierto

a cesare y a mí.

nos levantó en la carretera, negoció hábilmente

y nos subió en su camioneta.

tenía su rancho en santa cruz de la carreta,

pasamos por allí a buscar leña.

sus perros diminutos

salieron a ladrarnos.

el rancho era un caos

bidones de gasolina

amontonados

baterías de carro desperdigadas

pedazos de hojalatería.


hicimos unos manojos de mezquite

como para dos noches

luego pasamos a comprar agua

y nos adentramos.


en su lobo 94`pepe loco

nos contó

cómo había perdido su pulgar izquierdo

en un accidente de motocicleta

medio pedo, medio güey

el cabrón que llevaba atrás bajó una pata

en la curva

y cayeron.

pepe loco fue contra un cartel de publicidad

aún sujetando el volante

y se cortó el dedo, limpio

como segueta.

al levantarse no se había dado cuenta

así de borracho estaba

pensó: a este güey lo mato.

lo arrastró de los pelos

fuera de la carretera

y buscó una piedra para

aplastarle la cabeza

no encontró ninguna suficientemente grande

así que lo dejó tirado

montó a su moto y volvió

a su rancho.

la policía encontró su dedo horas después,

a pepe loco lo llevaron a matehuala para cosérselo

pero al llegar se dieron cuenta

que habían olvidado su pulgar

en una hielera en san luis.


al terminar la historia tiró un casco

de cerveza

por la ventanilla.


manejaba con descuido

acertando a cualquier pozo posible

y olvidándose de frenar en los vados.

en las pocas bajadas que había

apagaba el motor para ahorrar

gasolina.


pepe loco también había visto al diablo,

nos dijo

volviendo una noche después de tomarse

ocho vasos de vino en casa de su hermano,

-aunque él no quería tomar-

volvía a su rancho con su sobrino.

en un tramo de la carretera

el chavo le gritó:

¡tío, aguas con el caballo!

pepe loco lo esquivó de un volantazo

-que ejemplificó tres veces con la lobo-.

cuando frenaron, no habían ningún caballo

pero había una persona a la que nunca

le vieron la cara,

que les pidió un aventón,

lo subieron a la cabina.


con el poco espacio que había,

el sobrino de pepe loco -que ahora conducía-

metía el clutch, y el diablo hacía los cambios.

en este momento, su historia

entraba en disgresión

terminando con un choque

en él, pepe loco atravesaba el parabrisas

cortándose la cara y el pecho

se abrió la camisa para mostrarnos

la cicatriz

de unos doce centímetros,

en queloide

y la cara, de su perfil izquierdo,

tenía un tajo que le caía sobre el pómulo

-hasta el momento ni cesare ni yo lo habíamos notado-

para cuando llegó la policía

a desatascarlo del vidrio.

el diablo había desaparecido.

el diablo que traía adentro, el cabrón

dijo cesare después, en la noche frente al fuego.


pepe loco nos llevó hasta el oasis,

que en dos años de sequía

ahora era solo un cráter en la tierra árida.

se bajó de la camioneta con nosotros,

echó una meada.

despidióse con un abrazo sincero,

nos deseó buen comienzo de año.

y se volvió en el camino

tirando polvo

con nuestros cuatrocientos

setenta pesos.

que espero, se haya gastado esa noche

en una buena borrachera.